Latidos del universo

por Andrés de Luna

En los años sesenta del siglo pasado, André Malraux, una de las figuras capitales de Francia, sostuvo una polémica acerca de las figuraciones abstractas ante el realismo que pretendían otros intelectuales. El caso quedó sin concluir, sin embargo, de esa discusión surgieron algunos artistas que reiniciaron sus caminos y siguieron hasta ahora, como es el caso de Virginia Chévez, quien hace de su arte un latido del universo sobre la espiritualidad. La creadora pinta obras abstractas en las que combina un ánimo sensible, alerta a lo que observa y cómo lo hace. De esta forma, ella ve hacia el oriente profundo y lo hace con respeto y admiración. “Shambala II” remite a un lugar mítico más allá de las montañas del Himalaya, un sitio boscoso donde habitan seres de luz. Ella se acercó a ese espacio boscoso a través del libro Mahabarata, texto del siglo tercero. El viaje de Chévez es un llamado a la conciencia a través del arte, una creación que acerca, de manera oportuna, a la espiritualidad. Otro de los lienzos místicos de la artista es “Fuego de luz”, un cuadro que esplende por los tonos rojos de la obra. O bien “Mandala”, otro de los símbolos de oriente, que al trasladarse a nuestros continentes fue adoptado por psicólogos y médicos, quienes hicieron de él una parte de sus terapias.

            El trayecto de Virginia Chévez tiene otro emblema: “Gran ola” (1831) de Katsushika Hokusai, obra maestra del artista que vivió en las geografías cerradas del imperio, que se vio atravesado por la Revolución de 1868, y que permitió el ingreso extranjero al país. Las obras de Hokusai fueron vistas por pintores al estilo de Van Gogh, quien contempló y se maravilló ante ese trabajo, luego de él son muchos los artistas, incluidos fotógrafos, que han hecho un hito de ese trabajo plástico. Virginia Chévez salió un tanto de sus abstracciones para realizar un homenaje a Hokusai.

            Roger Caillois en su libro El hombre y lo sagrado dirá: “Hay que ver ahora, una vez admitida la ambigüedad fundamental de lo sagrado, cómo se opone en su conjunto al mundo de lo profano, es decir, qué conviene buscar en la sociedad a que corresponde la distinción de esos dos terrenos complementarios y antitéticos que constituyen lo sagrado y lo profano” (FCE, p. 57). Esto constituye la simiente de la cual arranca el trabajo de Virginia Chévez, una artista que busca lo espiritual en una época en la cual nos conformamos con la nada, mientras que late en el cosmos algo más, por ello, ver las obras de esta pintora abstracta es un itinerario hacia un terreno que habíamos olvidado.

Virginia Chévez [...] hace de su arte un latido del universo sobre la espiritualidad.