La Mirada y la Materia de la Pintura Abstracta
Por Eduardo Juárez Garduño, 2025
Hay algo que, cultivado y practicado con regularidad, conduce a la intención espiritual profunda, a la paz, a la atención plena y a la comprensión clara, a la visión y al conocimiento, a una vida feliz aquí y ahora, y a la culminación de la sabiduría y del despertar.
El Buda
Virginia Chévez, pintora y diseñadora gráfica, estudió la Licenciatura en Diseño de la Comunicación Gráfica en la UAM Xochimilco, distinguiéndose con su notable presencia.
Posteriormente, se incorporó como oyente en diversos talleres de la entonces Escuela Nacional de Artes Plásticas, hoy Facultad de Artes y Diseño (FAD) de la UNAM, participando de manera destacada en el Taller de Pintura de Ignacio Salazar.
Desde su incursión en el mundo de la pintura, Virginia Chévez, al tiempo que iba conociendo y reconociendo los recursos expresivos y potencial plástico de materiales y herramientas, irrumpió en el campo de la experimentación como un proceso de indagación y encuentros. A partir de entonces, la fuerza expresiva y la mixtura de la figura humana fragmentada, tratada de manera expresionista, junto con elementos matéricos y simbólicos, fueron conformando su paleta creativa, hasta que la abstracción pictórica la atrapó en un largo camino hacia la concreción de un lenguaje propio. Así surgieron distintos proyectos a lo largo de un extenso proceso, donde la espontaneidad y el virtuosismo en el manejo de diversas técnicas caracteriza su pintura.
Es importante destacar que la tendencia artística del llamado Arte Abstracto en México fue una corriente que surgió en la década de los años cincuenta del siglo pasado, como una alternativa al nacionalismo y al realismo promovido por el Muralismo. Esta corriente buscaba nuevos postulados, nuevos lenguajes y una mayor accesibilidad al mundo del arte. De este modo, el Expresionismo Abstracto, movimiento artístico más importante surgido en los Estados Unidos (antes del Pop Art), y el informalismo francés se convirtieron en los grandes referentes que inspiraron a buena parte de los jóvenes artistas mexicanos de la generación de la “joven pintura” que después sería conocida como de la "ruptura". Entre ellos se destacan pintores abstractos como Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce, Vicente Rojo, Mathias Geritz, Günther Gerzo, Arnaldo Cohen, Cordelia Urueta, y más tarde, nuevos abstraccionistas como Sebastián, Irma Palacios, los hermanos Castro Leñero, Gabriel Macotela, entre otros.
Esta época fue controversial debido al debate que suscitó la irrupción de las políticas culturales de Estados Unidos hacia América Latina, y particularmente en México, a través del Departamento de Artes Visuales de la Unión Panamericana, a cargo de José Gómez Sicre, impulsor de los Salones Esso, así como los concursos organizados por Miguel Salas Anzures en el Palacio de Bellas Artes. Al mismo tiempo, surgió un circuito de galerías de arte en el país, con espacios como la Galería de Arte Mexicano, la Galería Prisse, la Galería Proteo, la Galería Antonio Sousa, la Galería Juan Martín, la Galería Misrrachi, y la Galería Pecanins, que alojaron y promovieron las nuevas tendencias artísticas de la joven generación de aquel entonces. Hasta conformar el Sistema de galerías y salones del actual sistema de galerías de arte en nuestro país.
Hoy, en una época dominada por la expansión de la Inteligencia Artificial, donde el mercado del arte privilegia a los vendedores de humo, la banalidad, el ridículo, el escándalo, el sin sentido y el plagio, con la complacencia del Mundo del Arte; una obra que respeta al público, honra la buena factura y mantiene el oficio con rigor y esfuerzo, aparece desde luego, con virtud e integridad, y me atrevería a decir que es más vital.
La pintura de Virginia Chévez es una muestra de un camino de entrega, de compromiso con el arte, de pasión y disciplina. La exposición que aquí se presenta es una selección de su obra exhibida en 20 exposiciones individuales y 30 colectivas, en importantes recintos artísticos tanto dentro como fuera del país.
En esta muestra, Virginia nos presenta piezas representativas de su pintura abstracta de gran libertad formal. Rompiendo con la figuración, crea una nueva poética plástica con un estilo y características propias, donde la fragmentación de la materia y los sutiles contrastes cromáticos se combinan para componer piezas llenas de recursos informales y tachistas, que surgen desde el automatismo y la profunda relación con el entorno. La obra se despliega a partir de la intervención en el lienzo en blanco, y trasciende en los múltiples matices invitando al espectador a sumergirse en la experiencia estética.
La experiencia de entrar en contacto con sus cuadros es concebida de manera orgánica, buscando una conexión profunda con el material. Se produce un ir y venir en una suerte de danza continua, en torno a la pieza, una inmersión en el proceso de creación. A través de esta plasticidad y dinámica, se despliega una atmósfera pictórica de fuerte carga expresionista, un vehículo para la mirada interna, una inspiración que brota desde lo más profundo del ser.
A través de sus pinturas, Chévez nos invita a una visión colorida, un paisaje emocional que se recrea en los sentimientos. Emplea bastidores de gran formato, creando espacios monumentales que abrazan al espectador y le permiten una mirada panorámica. También utiliza formatos circulares, conformando mandalas a los que infunde un carácter simbólico, o creando imágenes sugerentes de estratos de capas que evocan superficies minerales o cantos rodados. En ocasiones, sus composiciones presentan cortes geométricos o secciones que sugieren una expansión suspendida, organizadas en conjuntos polípticos.
El arte de Virginia Chévez es la pintura como tal, un lenguaje de abstraccionismo lírico, en el cual se valoran los elementos intrínsecos del color y la forma (el color-forma cezanneano), utilizando pigmentos esparcidos o emulsiones sobre lino, donde plasma trazos espontáneos, rápidos y sueltos que se expanden en todas direcciones. Sus manos cromáticas dejan huellas que conforman una gramática gestual que la caracteriza. Las imágenes rugosas de sus obras crean ambientes difusos, donde la atmósfera lírica interactúa con formas geométricas recurrentes: cuadros, círculos, franjas, fragmentos de recuadros y retículas que configuran el espacio y sugieren escenarios con diferentes planos. Estas formas se convierten en ventanas a paisajes interiores, reminiscencias de la tierra, el agua, el tránsito entre el cielo y la tierra, la mirada hacia el cielo, la mirada a la tierra, como si se tratara de una conexión profunda con la naturaleza.
Estos paisajes abiertos y, formas también, relacionadas con ambientes urbanos de trémolos ecos, emanan de su imaginario personal, un torbellino de color que llega al paroxismo y expresa su sentido subjetivo y búsqueda por la trascendencia.
Este es el impulso de Virginia Chévez, incluso antes de iniciar el acto pictórico: un proceso de introspección, el germen de la acción que llevará a trazar una faena repetida de muchas manos, hasta lograr empastes ricos de pintura con fuertes contrastes. Su arte busca derribar y superar las limitaciones que nos atan, siempre respetando, aceptando y restaurando hasta encontrar los rasgos y las capas sucesivas, traslapadas en un tejido vital o en sutiles y brillantes veladuras, para conformar una textura que vibre y haga vibrar al espectador.
Su universo plástico invita a sentir, a pensar y a conectar con uno mismo en un lugar sin tiempo.
“Una obra que respeta al público, honra la buena factura y mantiene el oficio con rigor y esfuerzo, aparece desde luego, con virtud e integridad, y me atrevería a decir que es más vital.”