Por Michelle Remond

para Lotus Mantra, 2007

Confieso mi admiración creciente por la figura -artística y personal- de Virginia Chévez. Es un honor y un gusto esbozar aquí unas cuantas líneas sobre su exposición Lotus Mantra.

Virginia nos regala pinturas que son muy suyas, en los tonos sepias, tostados y ocres que le son, por derecho, propios. Ahora, el ejercicio de ampliar su paleta de colores simbolizó la apertura, aún mayor, aún más profunda a la filosofía de abrir el corazón, de amar y aceptar al otro. Por esa puerta, entraron limpios. armónicos: azul, verde. lila. rojo.

La elegante sensibilidad de su autora deja entrever una caligrafía en su pintura. Om Mani Padme Hum, las seis sílabas centrales que representan el habla de la iluminación, según el budismo. Porque el amor tiene un referente divino, imperativo, y este mantra, compasivo, esperanzador, integrador, rúbrica de un Chévez, así lo resume.

Lotus Mantra es un recorrido por los matices del alma. Por el lino, preparado con devoción ritual. Y por el dorado, que integra la paleta caliente con la fría. Por la fuerza que también es sutileza. Por la pregunta humana, por los procesos y las enseñanzas. Virginia se muestra diáfana, honesta en su auto-conocimiento.

Su creación muestra un impecable esfuerzo consciente de superar las convenciones y adentrarse en un mensaje espiritual, de diálogo y reconocimiento universal, que permée tanto el fondo como la forma de su obra.

Desde un expresionismo abstracto cada vez más entrañable, Chévez preside el camino del corazón abierto, misericorde hasta las últimas consecuencias. Y Lotus Mantra late con ese mensaje valiente. Cualquier espectador se sentirá tocado por la experiencia estética, tan luminosa, trabajada y vibrante de esta gran pintora mexicana.