Inscripción de lo sagrado
Inscripción de lo sagrado. Un título directo, que en su sencillez carga con un contenido profundo y complejo. Podría parecer presuntuoso nombrar así una exposición, declararse así escritor (o en este caso, pintora) de lo sagrado. Si no se tratase de esta artista, pondría en duda la autenticidad del título. Sin embargo, la obra es testigo de la entrega de Virginia en la práctica de la pintura, del ser y hacerse artista; así, quienes contemplamos esta obra nos hacemos también testigos de dicha entrega. Cada trazo, cada gesto, cada pieza que conforma esta exposición declaran esta verdad. Si la práctica hace al maestro, Virginia Chévez es, por mucho, una maestra de la pintura. Su obra y su trabajo se manifiestan como un ofrecimiento al universo, y es en esa ofrenda en que la obra se sacraliza. Aquella presunción que podríamos imaginar por el título de la exposición queda anulada frente a la aceptación de Virginia Chévez de reconocerse como un medio a través del cual el universo se expresa en una forma perceptible al ser humano, a cada uno de los espectadores de este trabajo.